sábado, 28 de noviembre de 2015

Evangelio Domingo 29 de Noviembre de 2015 - Para Profundizar 2

1 DOMINGO DE ADVIENTO


Este domingo empieza un nuevo año litúrgico. Es una realidad que conviene recordar, puede ayudarnos este gráfico.
Empezamos las lecturas correspondientes al ciclo C, es decir, leeremos de forma continuada el evangelio de san Lucas durante los domingos del tiempo ordinario.
Los tiempos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua, tienen evangelios propios.
Junto con el año litúrgico empezamos también el Adviento. Durante cuatro semanas la Iglesia nos invita a
vivir un proceso de conversión, no porque Jesús vaya a nacer (no nace de nuevo) sino porque el hecho de que se haya encarnado es una Buena Noticia de tal magnitud que necesitamos contemplar este misterio y tomar conciencia, una vez más, de que se ha hecho también carne de nuestra carne.
Al mismo tiempo es una invitación a prepararnos para la venida definitiva, para nuestro encuentro definitivo con Dios al final de nuestra vida mortal. Por eso se nos habla de atención, vigilancia y compromiso.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habrá signos en el sol, en la luna y las estrellas; las naciones estarán angustiadas en la tierra y enloquecidas por el estruendo del mar y del oleaje. Los hombres se quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad, ante lo que se le viene encima al mundo, pues las columnas de los cielos se tambalearán.
Los judíos creían que todo cambio profundo en la Historia (ahora diríamos todo cambio de era) se expresaba, también en la naturaleza y en todo el universo. Algunos pueblos vecinos de Israel adoraban a los astros y copiar este culto era una tentación reiterada. Recordemos este texto:

“Cuando levantes tus ojos al cielo, cuando veas el sol, la luna las estrellas y todo el ejército de los cielos, no vayas a dejarte seducir y te prosternes ante ellos para darles culto” (Deuteronomio 4, 19)

El evangelio de hoy no nos habla de una catástrofe en el cosmos, sino de un cambio profundo que puede hacer que todo se tambalee. Y en medio de ese cambio hay un signo: la presencia del Hijo del hombre. Lucas es el evangelista de los signos y nos invita a leerlos con atención e interpretarlos, porque son muy importantes.
Con palabras de hoy podríamos decir: cuando parece que todo se derrumba a tu alrededor, que todo se tambalea dentro y fuera de ti, mira atentamente lo signos de liberación que están presentes y mantente bien despierto para leerlos e interpretarlos
Cuando se escribió este texto muchas comunidades cristianas habían sufrido acontecimientos terribles, como la destrucción de Jerusalén y de su templo. Apenas quedaba un trozo de muro del lugar donde Yahvé “habitaba” y sus riquezas habían sido saqueadas y llevadas a Roma. Allí Nerón también había perseguido cruelmente a los cristianos. 

La destrucción del templo, para la mayoría de los judíos era equivalente al fin del mundo porque Jerusalén era el centro religioso, político, social y económico de su mundo conocido. Y la destrucción del lugar en el que la presencia de Yahvé era más densa y real, era una tragedia 

Lucas está invitando a las comunidades cristianas a recordar que aunque sucedan esos hechos terribles, Jesucristo (el Hijo del hombre) está presente (viene en una nube). Y está presente no como el varón judío que murió, proscrito, en una cruz, sino como el Hijo que ha resucitado y ha recibido el poder de su Abbá.
Entonces, incluso el martirio, forma parte de la liberación. Es el momento de mantenerse en pie, firmes, como testigos, en lugar de huir atemorizados.
Entonces, verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Vosotros, cuando empiece a suceder estas cosas tened ánimo y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación.
Conviene leer una y otra vez este párrafo porque es el mensaje central, mientras que el anterior es sólo como el escenario de una obra de teatro: levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación.
Como hemos dicho en otros evangelios similares a Lucas le preocupa poco describir los acontecimientos que podían ocurrir en el futuro, en su evangelio quiere recordar la importancia de seguir a Jesús, en medio de las pruebas. En un lenguaje apocalíptico (diríamos que con un envoltorio de tipo apocalíptico) hay un mensaje de liberación y esperanza. Pone sobre aviso de algo importante que va a suceder.

Un ejemplo significativo, para que comprendan mejor este texto en el colegio o la catequesis, sería el anuncio de un examen, invitando a estudiar para aprobar. Los alumnos pueden percibirlo como una amenaza, con una mala noticia. Por parte del profesor el anuncio es una llamada de atención para organizarse bien, estudiar y aprobar.
Tened cuidado no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre los habitantes de la tierra. Estad siempre velando, orando para que podáis libraros de todo lo que está por venir, y manteneos en pie ante el Hijo del hombre»
Para percibir los signos de algo realmente nuevo hay que estar muy atentos, vigilantes. San Lucas nombra tres grandes y peligrosos enredos que pueden dejarnos adormecidos, atontados:
• El vicio, es decir, todo aquello que nos hace daño, que nos rompe en todas las dimensiones del ser humano, que es tan apetitoso que nos entretiene, nos hace creer que eso es la felicidad y nos paraliza, en lugar de despertarnos dinamismos de liberación.
• La bebida (o cualquier droga, diríamos hoy) es una forma de anestesiarnos, de olvidar, de pasar el rato sin querer ver todo aquello “que se mueve”, ya sea en la sociedad o en nuestro interior. La frase “beber para olvidar” expresa muy bien la actitud de beber o drogarse para no aprender del pasado y transformarlo en sabiduría para el presente. 
La imagen de algunos adolescentes y jóvenes en fin de semana es patética: semi-conscientes, tirados en el suelo, diciendo tonterías, incluso sucios porque se han hecho sus necesidades encima. Son un ejemplo muy claro de cómo están adormecidos y embotados ante la realidad que les rodea. Lo triste es que están embotados también para ver su propia belleza interior y conectar con la fuente de dinamismo que hay en lo más profundo.

• Los agobios de la vida. El evangelio de san Mateo nos da un consejo similar: ¿Y quién de vosotros, por mucho que se afane, puede añadir una hora al tiempo de su vida?(Mateo 6, 27). El agobio es un callejón sin salida. Es una sobrecarga emocional en una situación que ya es difícil o complicada. La paz interior nos permite ver la salida, la rendija de luz en la oscuridad. El agobio nos repliega en postura fetal y no vemos nada, más allá de lo que nos enreda en ese momento.
Marifé Ramos "Juglares del Evangelio"

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