sábado, 21 de noviembre de 2015

Evangelio Domingo 22 de Noviembre de 2012 - Para profundizar 2

Jesucristo, Rey del Universo



Terminamos este domingo el año litúrgico, con la fiesta de Jesús Rey del Universo. En ella recogemos de forma simbólica la centralidad e importancia de la persona de Jesús, en nuestras vidas y en la historia, en la Iglesia y en todo el universo. 

Su persona marca
también el año litúrgico, que trascurre entre esa primera venida de Jesús, que recordamos cada Adviento, y la segunda o definitiva venida del Señor, tanto al final de la historia de la humanidad, como al final de nuestra propia vida, en ese encuentro definitivo de cada uno de nosotros con Él. 

Más allá del lenguaje, difícil de entender, el evangelio de hoy nos invita a vivir en verdad, a entrar en esa dinámica del Reino en la que reinar es servir, y tener autoridad se traduce en amar y estar disponibles para los más necesitados. 

Y esto, como nos dice Juan, le llevó a Jesús a la cruz, y nos hará participar de ella a todos sus seguidores, asumiendo la persecución y el sufrimiento por la verdad y la justicia.
Las tres lecturas y el salmo de esta fiesta de Jesucristo Rey del Universo, se centran en este reinado. Pero no es fácil que los niños y niñas comprendan el contenido teológico de esta festividad si tenemos en cuenta la imagen de reyes y reinas que conocen a través de los medios de comunicación.

Vamos a recordar algunos aspectos importantes de lo que suponía un rey en el Antiguo Testamento:
En un ambiente de luchas y enfrentamientos casi continuos entre diferentes tribus, el pueblo pedía a Dios reiteradamente que les diese un rey. El Antiguo Testamento recoge estas peticiones, por ejemplo: “Ponnos un rey para que nos juzgue, como tienen todas las naciones” (1 Samuel 8, 5)
Saúl fue el primer rey de Israel, pero su comportamiento no agradó a Dios y lo rechazó. Entonces Samuel, de parte de Dios, eligió y ungió a David, el valiente pastor.
Su misión como rey está recogida en el salmo 78: Dios “eligió a David, su servidor, lo sacó de los apriscos del rebaño, lo trajo de detrás de las ovejas, para pastorear a su pueblo Jacob, y a Israel, su heredad. Él los pastoreaba con corazón perfecto y con mano diestra los guiaba” (Salmo 78, 70-72)
David se aprovechó de su poder como rey y pecó gravemente, podemos recordarlo en 2 Samuel 11. Con la ayuda del profeta Natán fue capaz de arrepentirse, pidió perdón y acabó su reinado dando gracias a Dios con esta oración:
“Tú eres el dueño de todo, en tu mano están la fuerza y el poder, en tu mano encuentran estabilidad y grandeza todas las cosas (…) todo viene de ti y tuyas son las ofrendas que te hemos dado” (1 Crónicas 29, 10-18)
Después del reinado de David el pueblo tuvo experiencias muy dolorosas, porque gobernaron reyes corruptos y pedían a Dios un rey justo. Los profetas anunciaron la llegada de alguien (Hijo de hombre) que sería un auténtico rey.
Los textos de la Eucaristía de hoy, incluido el Salmo, recogen la esperanza y la realización de este anuncio. Este rey tendría poder sobre todos los reinos de la tierra y su reino no tendría fin (primera lectura). Vendría en las nubes, porque más arriba de las nubes creían que estaba el trono de Yahvé. Su enviado sería “el testigo fiel… el príncipe de los reyes de la tierra” (segunda lectura)

Con este trasfondo histórico abordamos el evangelio de hoy.
En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: « ¿Eres tú el rey de los judíos?» Jesús le contestó: « ¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?» Pilato replicó: « ¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»
Podemos preguntarnos ¿por qué Pilato juzga a Jesús? Porque Herodes Arquelao, (hijo de Herodes el Grande) había sido rey de Judea, pero fue tan sanguinario que antes de ser coronado ya había mandado matar a cerca de 3.000 fariseos. Provocó grandes escándalos en todo el pueblo judío al violar reiteradamente la ley de Moisés en temas fundamentales. Por eso Roma lo depuso el año 6 d.C.
Los emperadores decidieron que ya no gobernarían los hijos de reyes, sino los prefectos (semejantes a gobernadores) que Roma enviara y que se mantendrían en el poder sólo mientras el pueblo judío estuviera satisfecho y no dieran problemas a Roma.


Pilato fue el 5º prefecto, gobernó entre los años 26 y 36 d.C. y jugó a dos bandas. Intentó contentar a los judíos, como lo muestra claramente el juicio injusto que le hace a Jesús y el hecho de salvar a Barrabás. Pero, entre muchas otras cosas, fomentó el culto al César y mandó crucificar a muchos samaritanos, porque se rebelaron contra Roma unos tres años después de morir Jesús. Esto le costó el puesto.


Como no era judío no podía entender que condenaran a un hombre por haber dicho que era hijo de Dios, como dijo delante del Sanedrín (tribunal religioso judío). Sin embargo, si Jesús afirmaba que era rey podía traer complicaciones a Roma y era preciso librarse de Él. Los romanos se habían reservado el imponer penas de muerte y ejecutar a quienes el Sanedrín considerase culpables. 

Es normal que Pilato pregunte a Jesús qué había hecho. La respuesta de Jesús: “soy rey”, ante la autoridad política era como firmar su sentencia. Roma permitió que hubiera líderes políticos, incluso que algunos hombres dijeran que eran el Mesías (no sólo Jesús se presentó así, hubo varios otros que dijeron que lo eran); permitió que esos hombres tuvieran seguidores, pero proclamarse rey ponía en peligro la organización política de Roma y eso ¡era intolerable!
Es importante leer la versión de los otros tres evangelistas sobre este encuentro entre Jesús y Pilato: Mateo 27, 2.11-26; Marcos 15, 1-15 y Lucas 23, 1-7.13.25. Destacan:
 El silencio de Jesús. Ha sido condenado injustamente por el Sanedrín. ¿Merece la pena dar muchas explicaciones a hombres que no son judíos y son sanguinarios, como Pilato y Herodes? 

• Pilato quiere agradar al pueblo, porque es la condición para mantener su puesto y el poder seduce. Lo considera inocente pero prefiere acallar las voces de los seguidores de Barrabás que era un terrorista asesino. 

• Juan da mucha más importancia al diálogo entre Jesús y Pilato que los otros tres evangelistas porque Pilato representa a Roma y al reino de este mundo, en que se daban todo aquello que Jesús había rechazado: desigualdad, violencia, opresión, etc. Frente a este “reino” Juan nos presenta a Jesús como testigo de la verdad.


Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
Pilato le dijo: «Conque, ¿tú eres rey?»
Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»
El evangelista Juan pone el acento en una dimensión teológica: Jesús ha venido para ser testigo de la verdad, para dar testimonio de la verdad. A lo largo de su evangelio Juan nos habla de un mundo dividido en luz y tinieblas, en verdad y mentira. Seguir a Jesús implica tomar partido y situarnos en la luz y la verdad. 

¿Cuántas veces Jesús habría dicho a sus discípulos que su reino no era de este mundo? ¿Cuántas les habría dicho que los reyes de este mundo oprimen y utilizan la violencia? 

Por todo esto, decir que Jesucristo es el rey del universo supone un gran ejercicio de traducción porque ser rey hoy no evoca lo que el evangelio de Juan quiere decirnos. Quizá es más claro explicarlo así: frente a tantas figuras de reyes y reinas actuales, Jesucristo muestra que el poder y la gloria que recibe de su Abbá son para servir, amar y perdonar a todo el universo. 

Es decir, entonces y ahora, Jesús nos ofrece una manera realmente alternativa de ser rey: el servicio a la humanidad (al universo), atendiendo en primer lugar a los más pobres y marginados, a través de un servicio gratuito, por amor.

Marifé Ramos - Juglares del Evangelio

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