sábado, 14 de febrero de 2015

Evangelio Domingo 15 de Febrero - Comentario

Dibujo: Fano

La semana pasada dejábamos a Jesús  saliendo de madrugada con algunos de los suyos hacia “otra parte”, a las aldeas cercanas al descampado, donde había pasado la noche en oración… Por esos caminos periféricos, lejos de las multitudes de la ciudad que le aclaman y le persiguen, continúa su misión de predicar, curar y expulsar demonios…
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Allí, en ese lugar algo alejado, se atreve a acercarse un marginado ¡un leproso!… uno que vuelve impuro a todo aquel a quien se acerca. Y
se dirige a Jesús con confianza – “Si quieres, puedes limpiarme” –
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Jesús lo acoge, lo escucha, lo mira con compasión, le habla –“Quiero, queda limpio”-  y tocándole, lo cura.
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¡Qué maravilla! ¡qué gozo! El leproso queda limpio, está purificado, ya no tiene que permanecer marginado, excluido de la sociedad, de la familia …
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Y de nuevo la “desobediencia” del curado: se puso a pregonar lo que le había sucedido, de modo que Jesús, aún permaneciendo en despoblado, tiene que atender a gente que llega de todas partes.
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¿Cuáles son los marginados de hoy, lejanos y cercanos? ¿salimos al “despoblado” para facilitarles el encuentro? Y en nuestros encuentros ¿sanamos, liberamos, integramos por la fuerza del Espíritu?
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Pablo nos invita a seguir su ejemplo, como él siguió el de Cristo (1 Cor 11, 1). Y el Papa no se cansa de repetir que la verdadera “misión de la Iglesia es curar las heridas del corazón, abrir puertas, librar, decir que Dios es bueno, perdona todo, es Padre, Dios es tierno y nos espera siempre” (Homilía de la Misa celebrada en la capilla de Santa Marta, 5 febrero 2015)
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Cristina Ruberte Rmi

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