sábado, 29 de noviembre de 2014

Evangelio del 1er Domingo de Adviento - Para profundizar


1º ADVIENTO, TIEMPO DE “GRACIA”. Nueva oportunidad.
      
        Hoy comenzamos un nuevo año litúrgico, el ciclo B, en el que básicamente leeremos el evangelio de San Marcos. El tiempo de Adviento que dura 4 semanas, es un tiempo especial, kairos, tiempo de Gracia, tiempo de preparación para la venida del Señor.
         Este tiempo se divide en dos partes: la primera en la que se nos invita a preparar y vigilar para cuando vuelva Jesucristo, en su segunda venida, al final de la Historia. Y en las dos últimas semanas se nos invita a preparar la Navidad, la venida próxima y continua de Jesús a este mundo.
         En este tiempo de ADVIENTO renovamos la esperanza, la ilusión. Es, sin duda, un tiempo litúrgico privilegiado y necesario. Después de tantos domingos, de “tiempo ordinarios” podríamos caer en la tentación de acostumbrarnos, cansarnos, endurecernos y dormirnos. Esta es nuestra debilidad y nuestra mediocridad, que hacemos rutina hasta del misterio.

¿Por qué no somos santos después de tantas comuniones, después de tanto beber en las fuentes de la santidad?.
         El Adviento puede ayudarnos a recuperar la ilusión y el compromiso. Es como un volver a empezar, un volver a poner el corazón a punto, un renovar “el amor primero”, como si todo se realizara por primera vez, y para mí. “No os acordéis de lo pasado. Yo lo renuevo todo” (Is 43,18-19; Ap 21,5).
         Dios no sólo me creó, sino que me está creando en cada instante. No sólo exhaló su Espíritu, sino que me está alentando en cada momento. No sólo vino hace 2014 años, sino que viene siempre.
         - Hoy, también, comenzamos la novena de la Inmaculada concepción, cuya solemnidad celebramos el 8 de Diciembre. Contemplar la figura de María  durante estos 9 días, nos  ayuda y sirve para poner a punto nuestra esperanza.
La oración intensa y confiada de la primera lectura, hemos de situarla en medio de un gran sufrimiento. A la esclavitud del destierro, se añade la vergüenza y la impureza del pecado: “Todos éramos impuros. Nuestra injusticia era un paño manchado”.
¿Es el pueblo que ya no teme a Dios, o es que Dios endurece su corazón para que le tema?. La pregunta, casi blasfema, es un recurso literario. El profeta lo sabe. Sabe que, por encima de todo, es Padre: “Señor, tú eres nuestro Padre, nosotros la arcilla y Tú el alfarero: somos todos obra de tu mano”. Si es Padre, no puede “excederse en la ira”, no puede tener ira. Si es padre, no puede destruir a sus hijos, sino compadecerse de ellos, y acercarse a salvarlos.
         Hoy hacemos nuestra esta petición: “¡ojalá rasgases el cielo y bajases!”, derritiendo los corazones con tu presencia y transformándolos con ella.
         La segunda lectura, de San Pablo, es todo un contraste con la primera. En ésta se desprende un ambiente de bendición y acción de gracias, porque ya el cielo se rasgó y “Dios, nuestro Padre” nos dio a Jesucristo. Ya no se habla de ira, ni de castigos, impurezas y extravíos. “Ya hemos sido enriquecidos en todo, en Cristo; no carecemos de ningún don”.

2. VIGILAD.

En el evangelio se nos hace una fuerte llamada a la vigilancia. Esta es una recomendación insistente en el N.T., porque la salvación es objeto de  Esperanza. (Rom 8,24).
Tenemos que velar como el portero de la casa que espera la llegada del Señor, como la esposa la venida del esposo, como el profeta espera el signo o la palabra, como el creyente que espera un encuentro con su Dios. Como María esperaba la llegada del Mesías
Velad, porque el Señor viene, porque está cerca. No cedáis a la tentación del sueño, o a la despreocupación, o al olvido, o a la alienación. Velad, es tiempo de espera.
El Señor sabe que tendemos al sueño, a la modorra, a la inconsciencia. Por eso nos estimula con nuevas promesas y con sorpresas. Se nos invita a renovar la ilusión y la esperanza. Por eso se nos invita reiteradamente a la vigilancia.
         Su palabra será nueva: Puede que la letra suene lo mismo, pero el Espíritu será distinto. La  misma palabra encierra sentido nuevo y gracia nueva. Escucha bien.
       Sus signos serán nuevos: No los signos litúrgicos, sino los de la gracia y del Espíritu. Puede ser una conversión nueva, una reconciliación nueva, una generosidad mayor... Signos que pueden darse en una celebración, en una comunidad en la familia, en una persona. Se trata de estar bien atentos. ¡Atiende bien!.
       Su venida será nueva, de otra forma. Su venida siempre será amistosa y salvadora. Por eso, espera bien.

3. ¿CÓMO PREPARARÍA, MARÍA, EL NACIMIENTO DE JESÚS?

¿Cómo prepararía, María, el nacimiento de Jesús hace más de 2000 años?
¿Cómo nos podemos preparar nosotros ahora para recibirle en esta Navidad?. ¿Podrá ser así?

- Un “Adviento” atento a la escucha de la Palabra.
María es de las que escuchan la palabra de Dios, y la cumple:
Así vemos en el evangelio de Lucas, cuando una mujer de entre el público, le echa un piropo a Jesús diciéndole: “¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!”; Jesús proclama: “! Dichosos, más bien, los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen! (Lc 11,27-28). Esta afirmación que en un principio parece que es despectiva hacía María, podemos afirmar que es un piropo de Jesús hacia su Madre, ya que es la persona humana que mejor ha escuchado la palabra de Dios y la ha cumplido en su vida.

- Un “Adviento” en espíritu y verdad. María vivió el adviento en Espíritu y en verdad, con coherencia, dejándose descolocar en sus planes y proyectos. No con florituras, sino dejándose convertir, dando un giro a sus planes y proyectos.

- Un “Adviento” sencillo. Jesús se encarnó en María, nació en un pobre portal, y se encarnó en la sencillez. No se encarnó en una reina o princesa, sino en una humilde joven de un pequeño pueblo de Nazaret.

- Un “Adviento” vivo. María nos trajo la vida frente a la muerte. La esperanza frente a la desesperanza. María puso alegría donde había tristeza; esfuerzo donde había cansancio...

- Un “adviento” solidario. María se fijó en quien la necesitaba, su prima Santa Isabel, sus preferidos fueron los más pobres y necesitados. Mi adviento ha de ser compasivo y cercano a los que sufren, a los que nos necesitan, al menos espiritualmente... María descubrió, la presencia de Dios, en medio de sus hermanos, los hombres y mujeres de su tiempo.

- Un “Adviento” cristiano. María concibió en su seno a Cristo, esperó a Cristo, nos trajo a Cristo. Yo tengo que esperar a Cristo, llevar a Cristo, descubrir a Cristo allí donde esté. Nuestra salvación está en Cristo, no hay otro nombre que pueda salvarnos.


- Un “Adviento” con los ojos abiertos. María tuvo los ojos y el corazón bien abiertos para “escuchar” la voz del Ángel Gabriel que le anunció que iba a ser la Madre de Dios. Yo ¿A quién escucho?

José María García Castañeda, sj.

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